Los organizadores de la exposición de la Fundación Villacero, de la acería mexicana homónima, tomaron el Bicentenario de los dos países como pretexto para hacer la muestra en Buenos Aires. El gran talento de estos artistas escultores llena una sala del Centro Cultural Recoleta.
Por Nanu Zalazar
El nombre de esta muestra, “Aceros acerados”, anuncia que es la mezcla entre el hierro y el carbón el elemento utilizado por los artistas convocados por el escultor Hernán Dompé para realizar esta 14º Exposición de la fundación mexicana Villacero, financiada por la acería del mismo nombre.
Las ediciones anteriores de la muestra se hicieron en Chile, Colombia, Venezuela, México, Turquía y Alemania, y los directivos de la fundación eligieron esta vez a la Argentina como escenario de su muestra para celebrar los bicentenarios argentino y mexicano -la Revolución de Mayo y el Grito de Dolores, respectivamernte- como hitos que originaron la ruptura política con España.
Los artistas cuentan sus historias y despliegan sus personajes a través del elemento que los aglutinó, el acero, pero su aspecto varía en cada pieza, ya que hay unas coloridas que simulan ser de otro material más liviano, como las obras de Pablo Dompé, que en rojo furioso o negro despliegan figuras abstractas y orgánicas que podrían sintetizarse en formas de animal. Cristina Tomsig expone obras donde la liviandad y el movimiento emergen en sus cintas en blanco una y en negro la otra, que parecieran estar a punto de comenzar a “funcionar”.
Hernán Dompé no se perdió la posibilidad de rozar la monumentalidad, al realizar un tótem de casi 2,50 metros de alto en negro que, con su gigantesca forma de letra “T”, pareciera presentar y dar paso a todas las esculturas del recinto.
Las obras de Ana Lizaso son de un amarillo brillante que recubre formas que remiten a otros elementos, casi como objetos salidos de una fábrica. Nadia Guthmann le imprime el amor que le tiene a los animales y se trata de una artista que además cuenta con un doctorado en biología. Sus obras son animales cuyas pieles son realizadas con mallas de alambre. El acero le permite a Nadia una mayor rigidez en las piezas, pero sin perder la transparencia que las caracteriza.
María Juana Heras Velasco es una escultora pionera en llevar al espacio, desde hace más de 50 años, las formas geométricas derivadas del arte concreto. Las piezas son livianas, casi etéreas, y juegan con los vacíos que dejan correr el aire por entre sus formas verticales.
También exponen artistas que dejan ver la apariencia en crudo del material, como Raúl “Pájaro” Gómez, que combina formas delgadas más emparentadas con lo industrial, con otras orgánicas con las que entabla un diálogo que deja entrever una tensión permanente. Fabiana Díaz, por su parte, aprovecha el brillo del acero pulido y sus obras parecen un juego de sombras de edificios que desafían la gravedad con sus alturas.
Jorge Gamarra homenajea al oficio de escultor a través de herramientas como su cincel de más de 1,40 metros y otro de 63 centímetros, que penetra un trozo de madera.
René Claudio Gómez realiza torsos humanos, pero con los colores también juega a esconder la dureza del acero y lo acerca más a la textura visual de la cerámica, auxiliado por los huecos que pueblan su obra.
A los barcos. Juan Lecuona hace trabajos que recuerdan a trozos de moldería textil mezclados con proas de barcos, con sus típicas costuras de remaches.
Gustavo López Armentía juega con las sombras proyectadas que la ausencia de materia le permite. El hombre como protagonista de una situación que nos es común a todos: la de alimentarnos. Y es por eso que en una de sus obras ubica a su protagonista en el medio de un plato que lleva el nombre de ciudades ubicadas de manera aleatoria.
Susana Lascano recurre por su parte a una forma sencilla como el cubo, pero al sumarlos y apilarlos como al descuido parecen formas con vida propia tratando de escapar de una cadena que las mantiene unidas.
Raúl Fernández Olivi, en tanto, toma prestadas las siluetas y texturas de los árboles y las eterniza con el acero. Arma árboles con sus troncos sin vida, huecos, vacíos, que no sufrirán ningún cambio sin importar las inclemencias del tiempo que se sucedan.
Los escultores son los que trabajan con el espacio real y le ponen el cuerpo a su tarea mucho más que en otras disciplinas ya que algunos trabajan incluso con máquinas, elementos pesados o herramientas filosas, y por esto que no son pocas las veces que sufren accidentes.
La sala quedó algo chica para recibir tantos talentos y en algunos casos no se puede rodear la pieza como se necesita para poder verla, pero la calidad de las obras expuestas compensa con creces la molestia que no permite un movimiento envolvente.
Esta exhibición, sin duda, es un pantallazo muy interesante del panorama de la escultura actual. Hay tiempo hasta el 30 de enero para visitarla en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, de esta Ciudad.