“La experiencia de fuga es biográfica”

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“Rara avis” en el olimpo de la intelectualidad europea, Lukas Bärfuss se nutrió como escritor leyendo kilos de libros a los que accedía en las bibliotecas públicas que le daban cobijo cuando vivía en la calle.

Por Eugenia Massat *

Lukas Bärfuss es un escritor suizo que creció a contramano de su entorno –una sociedad que encarna lo que un vecino suyo, Sigmund Freud, definió como lo siniestro, aquello monstruoso que se oculta detrás de lo familiar–, en una sociedad opulenta en la que el orden y la estabilidad se sostienen sobre la base de ser el mayor paraíso fiscal del mundo.

Nacido en un pueblo del interior, pronto se fue de su casa y deambuló trabajando en diferentes oficios y durmiendo en bibliotecas públicas, el lugar que le dio cobijo y lo formó como lector.

Con un arltiano anhelo de convertirse en escritor, el azar lo llevó, primero, a la escritura teatral y más tarde a la narrativa.

Su visita a nuestro país para participar del ciclo que lleva su nombre, desde el 31 de octubre hasta el 5 de noviembre, le permite encontrarse, una vez más, con el rico y variado campo teatral argentino, dialogar con las compañías que vienen haciendo puestas de sus obras y colaborar con el montaje de su última obra traducida al español, “La señora Schmitz”, que se estrenará en febrero en el Festival Internacional de Buenos Aires.

Además, presentó junto a Claudia Piñeiro su última novela, “Halcón”, dio una clase maestra de dramaturgia a sus cada vez más numerosos seguidores. Si bien se pueden percibir diferencias entre su obra teatral y su obra narrativa, comparten, en líneas generales, la característica de apuntar a un dilema del orden de lo moral y diseccionarlo en un trabajo que tiene mucho de la rutina del laboratorio.

“Cada material requiere un método diferente, eso concierne a la investigación y a la escritura. Y yo tengo una relación ambivalente con la repetición. Por un lado, me encantan las rutinas. Es maravilloso descubrir la singularidad en la repetición, y viceversa. Con cada texto nuevo intento algo nuevo. Y al hacerlo, descubro una y otra vez, que constantemente tiendo a rodear la misma estrella central, una palabra, un secreto, una esperanza o miedo para los que todavía no he encontrado nombre”, dice.

Sus textos apuntan, en líneas generales, al núcleo de la ideología capitalista: la razón, el progreso y, sobre todo, el trabajo (palabra que, no casualmente, deriva de tripalium, un elemento de tortura).

Tanto en “Koala”, donde un escritor exitoso descubre en el suicidio de su hermano la potencia antisistema de este gesto, como en “Halcón”, en el que un hombrecito gris abandona su rutina cooptado por la imagen de un par de zapatos de mujer y comienza una deriva por la ciudad salpicada de observaciones sobre la realidad, pareciera decirnos que la única salida al capitalismo es la fuga.

“No conozco nada más que el capitalismo. Por supuesto, puedo imaginarme otras formas de sociedad, pero solo tengo experiencia en el capitalismo burgués tardío. Para mí, la literatura es ante todo la crítica de mis experiencias. ¿Por qué siento lo que siento? ¿Qué es el amor para mí? ¿Por qué añoro Justicia y libertad? Ninguno de estos conceptos es comprensible sin el sistema social al que pertenecen. Y sucede lo mismo con el concepto de fuga. La experiencia de fuga es una constante antropológica y biográfica. Todos tendrán que dejar su familia algún día”, apunta.

—¿Por qué el capitalismo niega el suicidio, siendo una ideología que sostiene la libertad absoluta de elegir?

—No estoy tan seguro de si esto es así. Después de todo, actualmente tenemos en Suiza una gran cantidad de sterbetourismus (turismo para morir). Las leyes liberales hacen posible el acompañamiento a personas con ciertos cuidados paliativos. Además, considero cuestionable la idea de que el capitalismo apoya la libertad absoluta. La libertad significa más que poder elegir entre diferentes productos. Deberíamos poder tener la elección sobre las condiciones de nuestra existencia, y no veo que el capitalismo apoye esto.

—¿Qué es el teatro político para Ud.?

—El teatro es político cuando formula la pregunta acerca de cómo queremos vivir como individuos y en sociedad. El teatro es político si no intenta ocultar las condiciones de su creación, sino de tematizarlas. El teatro es político cuando pone sus propias contradicciones en el centro. Y finalmente, el teatro es político cuando a aquéllos que lo hacen y aquéllos que lo visitan, los inunda el anhelo de que el mundo tal como es, podría ser diferente.

—En pocos días va a estar en Buenos Aires –una de las ciudades con mayor cantidad de teatros por metro cuadrado– donde su obra viene siendo muy representada. ¿Qué expectativas tiene con respecto al encuentro con nuestros dramaturgos?

—Mi experiencia en Buenos Aires fue la de una ciudad viva y diversa. La gente comparte conmigo el entusiasmo por la literatura, por el teatro. Y además, pareciera que nunca evitan la posibilidad de discutir. También, Buenos Aires representa el anhelo de cada europeo de volver a empezar, la posibilidad de transformación, de construir una nueva patria en el otro extremo del mundo. ¡Estoy ansioso por el reencuentro!

* Entrevista publicada originalmente en Perfil

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