Dalí, Miró, Alexandre, Tapiès y Vidal, entre otros, fueron algunos de sus retratados. Para el año próximo, el muy talentoso fotógrafo español prepara una muestra en Buenos Aires, ciudad que lo captó porque “siempre está todo por hacerse”, dice.
Leopoldo Samsó (1946, Barcelona) fue tocado por alguna varita mágica. En sus retratos se aplica aquel adagio de que “una imagen vale más que mil palabras”, lo que no se consigue sin inspiración, aunque siempre haga falta mucho trabajo detrás. Son verdaderos reportajes sin que el entrevistado tenga nada que decir. Ni falta hace. Sus ojos, sus gestos, la luz hablan por ellos.
También es necesario que la suerte lo encuentre a uno trabajando, algo que Samsó hacía a los 19 años en el estudio de Enric Gras, quien estaba de viaje en Londres cuando en Barcelona lo necesitaban. Allí se abrió una oportunidad para el joven Samsó, quien acudió a la filmación de un cortometraje de un director estadounidense cuyos protagonistas eran Salvador Dalí y Xavier Cugat, nada menos.
A Dalí lo tenía de vista del barrio, porque un día al salir de la escuela lo vio en una esquina junto a funcionarios y público en un homenaje a un escultor catalán frente a una estatua.
A los quince años Leopoldo había empezado a hacer fotografías con intereses temáticos muy concretos: escenas callejeras y de interior con fotografías de sus amigos más allegados.
El taller de fotografía de Gras era considerado en aquel momento uno de los estudios técnicos más prestigiosos de Barcelona. La técnica se realizaba con máquinas de gran formato y se dirigía a hacer fotografía publicitaria y experimental.
Tras el paréntesis de la “mili” (el servicio militar de entonces) y para ganarse la vida, comenzó a participar, como docente, en varios seminarios sobre iluminación y manejo de cámaras de gran formato en el Centro Internacional de Fotografía de Barcelona.
Durante la década de los años 70, eran muchas las dificultades para llevar a cabo iniciativas de todo tipo, especialmente durante los años que iban de la agonía de la dictadura de Francisco Franco hasta la transición democrática, “que culminó en el nacimiento de la democracia, felizmente aún viva”, recordó ante gacetamercantil.com a su paso por Buenos Aires.
A finales de los setenta, durante sus viajes al continente americano y a través de la editorial Geocolor (grupo Grijalbo), Samsó realizó una serie de reportajes en periódicos y revistas sobre temas de antropología y arqueología con el propósito de recopilar material para una eventual publicación.
Las principales publicaciones en revistas fueron en Elle, Barcelona Metrópolis, Nuevas Letras, Kremlin, Mole y en ediciones dominicales de periódicos como La Vanguardia y el Neue Burcher Beitung.
A su regreso a Barcelona, después de viajar por México, Haití, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil y Canadá, inauguraría su propio estudio fotográfico, especializado en la publicidad y el retrato. La mayoría de los trabajos eran para empresas como Danone, laboratorios Ciba y Sefrisa (Coca-Cola), Fer-Crom, entre otras grandes compañías.
“Magia en las Américas” fue, en 1981, la primera publicación realizada a la vuelta de su viaje al continente americano. Fue seguida por “Cant a la mímica”, un estudio sobre el famoso mimo Albert Vidal que publicó en Barcelona en 1983 la editorial Ancora.
En 1992, el encargo del artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín sobre un mural suyo instalado en la sede de la Unesco, en París, se concretó en la tercera publicación, “Guayasamín”, de la editorial alemana Da Verlag Das Andere.
Siguieron a estas otras publicaciones y encargos de distintas editoriales sobre libros de artistas como Antoni Tàpies y Jordi Pallarés. Ya con su fama a cuesta, grandes como Joan Miró o Miguel Delibes lo querrían como su retratista.
Sus exposiciones de fotografías tuvieron lugar en galerías de Barcelona como Leonard, Eude, Fundación Metronom y Berini, y en Cadaqués, Girona y en otras ciudades de España, pero su participación en exposiciones colectivas se produjo principalmente en Holanda, Francia, Bélgica e Italia.
Viviendo en Cadaqués volvió a tener contacto, esta vez menos incidental, con Dalí, de quien recuerda su extravagancia y su hipocondría.
Un día, hace unos años, se sintió saturado por la fotografía publicitaria y decidió “colgar las cámaras” de gran formato. Había desarrollado una carrera excepcional y se merecía buscar otros rumbos. Lo hizo con buen suceso comercial -la vena le venía de familia-, lo que le permitió dedicarse a la fotografía artística, que sin duda ha sido su gran aporte a la cultura de España y de América.
Actualmente, reside en Barcelona y viaja por Europa y América acompañado de su pequeña cámara digital. En Buenos Aires reside un par de meses por año, cautivado porque, dice, “siempre parece que está todo por hacerse”. Designado miembro correspondiente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación, Samsó prepara una muestra en esta ciudad para el año próximo. Acompañan este artículo algunos de sus retratos más famosos.