El historiador israelí Raanan Rein analiza en “Los muchachos peronistas árabes” el peso de la inmigración en el movimiento político más influyente de Argentina.
En el barrio de Palermo en Buenos Aires hay una mezquita. Sus 20.000 metros cuadrados, tantos como tres campos de fútbol, la convierten en la más grande de América Latina. En septiembre de 2000, el príncipe heredero de Arabia Saudí, Bin Abdulaziz Al Saud, viajó a la capital argentina para su inauguración. Lo recibió el radical Fernando de la Rúa, entonces presidente, y juntos cortaron la cinta del nuevo templo.
Pero el verdadero artífice del proyecto, sin embargo, estaba entre los invitados: el peronista Carlos Menem. El dos veces expresidente donó durante su gobierno los terrenos fiscales para la construcción, negoció los detalles del edificio con Riad y movilizó al peronismo detrás de la obra.
Dieciocho años después, el historiador israelí Raanan Rein (Guivatayim, 1960), vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, lo tiene claro. Con la mezquita, Menem cerró el círculo iniciado por Juan Domingo Perón medio siglo antes, cuando sumó a la inmigración árabe al movimiento de masas que lideraba.