La iglesia de Grundtvig impacta por su semejanza a un órgano y por la fusión de ese movimiento artístico con el estilo gótico de la mayoría de los templos religiosos de su época.
El expresionismo es un movimiento cultural surgido en Alemania a comienzos del siglo XX, que se plasmó en diferentes vertientes del arte como la pintura, escultura, literatura, música, cine, teatro, danza y fotografía, entre otras. Pero en donde no es tan fácil encontrarlo es en la arquitectura, y por eso la iglesia danesa de Grundtvig es una gema única en su especie.
Esta particular construcción está situada en el barrio de Bispebjerg, en Copenhague, la capital de Dinamarca. Y toma su nombre del filósofo danés Nikolai Frederik Severin Grundtvig, quien es considerado una de las personas más influyentes de la historia danesa, ya que dio origen a un nuevo tipo de nacionalismo en Dinamarca en la segunda mitad del siglo XIX.
La piedra fundacional se colocó el 8 de septiembre de 1921 y la construcción se extendió hasta 1926, aunque los últimos trabajos en el interior y los edificios colindantes recién concluyeron en 1940.
El arquitecto Peder Klint fusionó las formas modernas y geométricas del expresionismo en ladrillo con las líneas clásicas y tendentes hacia el cielo del Gótico.
A través del cementerio del barrio de Bispebjerg conduce un largo camino a la portada principal de la iglesia que, junto con los edificios colindantes simétricos, casi forman un eje de perspectiva barroco.
La característica más famosa de la construcción es la fachada occidental, que recuerda a un “Westwerk” u órgano, que oculta un campanario de 49 metros de altura.
En la nave central hay un gablete escalonado, como generalmente hay en todas las iglesias danesas, pero lo interpretó de forma innovadora y dobló su punto más alto.
La iglesia tiene una capacidad para 1.800 personas. La construcción está realizada con seis millones de ladrillos amarillos, un material típicamente danés.