US Postal Service: la batalla por el Correo

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Hay una batalla diaria por la recaudación de fondos, otra en cada uno de los “battlegrounds”, una en el Congreso y una en cada uno de los frentes potenciales de definir votos a última hora: la cuestión racial, la economía y el manejo de la pandemia, sólo por enumerar los más trascendentes.

A poco más de ocho semanas de la elección presidencial más trascendente del planeta y con el tiempo corriendo, recrudecen los combates en todos los frentes posibles dentro de los Estados Unidos de América.

Nada se da por perdido, nada se da por ganado, todo es motivo de disputa. Hay una batalla diaria por la recaudación de fondos, una batalla singular y despiadada en cada uno de los “battlegrounds” (estados oscilantes aun no definidos), una en el Congreso y una en cada uno de los frentes conceptualmene potenciales de definir votos a última hora: la cuestión racial, la economía y el manejo de la pandemia, sólo por enumerar los más trascendentes.

Hasta aquí, conforme los informes que hemos venido publicando sucesivamente, los demócratas continúan adelante a nivel nacional sobre los republicanos con cierta holgura y también en los principales “swing states”.

Como era previsible para ambos bandos, los republicanos han redoblado sus esfuerzos movilizando su formidable y siempre eficiente aparato electoral, y duplicando holgadamente a los demócratas en el gasto en campaña en los medios masivos, aunque en este punto en particular parecen estar quedándose sin combustible en las arcas.

La estrategia demócrata es resistir en todos los frentes, defender su ventaja al máximo y recaudar en este último tramo el triple que los republicanos pero mantenerlo en caja para utilizarlo en el tramo final y lanzar un ataque poderoso que lleve a todos sus simpatizantes a votar.

Ambos se concentran hoy en un puñado de los principales estados pendulares, los que han ido reduciéndose según avanza la campaña, con Trump estrechando las diferencias en algunos de ellos y consolidando su pequeña ventaja en otros, principalmente de la mano de una significativa recuperación de la economía que ha permitido recobrar ya casi 11 de los 22 millones de empleos perdidos al inicio de la pandemia.

Escenario de batalla inesperado. Así las cosas, la carrera por la Casa Blanca transcurría con la “normalidad” acostumbrada y archiconocida por los votantes en los diferentes escenarios y temas de batalla cuando surgió un inesperado conflicto de gran importancia a mediados de agosto, consecuencia de las restricciones provocadas por el coronavirus: el conflicto por el Servicio de Correo Nacional.

El Servicio Postal de Estados Unidos (USPS) se ha convertido también en los últimos tiempos en protagonista de la pelea entre republicanos y demócratas de cara a las elecciones del próximo 3 de noviembre.

La gravedad del impacto de la pandemia y la preocupación de los votantes respecto de las posibles aglomeraciones en los centros de votación han traído como consecuencia: 1) una mayor flexibilización en las legislaciones estaduales en el denominado “Voto por mail” (correo); y 2) un enorme interés de los votantes en utilizar esa herramienta en esta ocasión para aventar los riesgos de contagio que implica ir a votar en persona.

En EEUU son los estados, e incluso los diferentes condados dentro de éstos, los que determinan las modalidades admitidas para la votación.

Es perfectamente posible que mientras en un condado se vote con determinado sistema, en otro existan una o más modalidades diferentes o complementarias.

Se descentraliza la implementación del sistema de votación, lo que en muchos casos implica que en algunos condados se agreguen boletas para elección de otros ítems como jueces, sheriff, consultas sobre temas locales, etc.

Históricamente, en EEUU se admitía en la casi totalidad de los estados la modalidad denominada “absentee ballot”, según la cual si un elector no podía estar presente en persona el día de la votación podía solicitar anticipadamente que se le enviara la boleta electoral a su casa para que emita su voto por correo, siempre que justificara su ausencia en alguna de las causales específicamente admitidas por la ley (en su mayoría las razones excusatorias son las siguientes: formar parte de las fuerzas armadas, ser mayor de 65 años, estar enfermo o fuera del estado el día de las elecciones.

El propio Trump utiliza el voto en ausencia por estar registrado en Florida y dice no tener problemas con ese sistema.

El tiempo de anticipación que admite cada estado varía según cada uno, pero el requisito común de todos es que “la boleta llegue al centro de votación designado hasta el día de la elección”.

Con posterioridad, unos pocos estados (ocho para ser más precisos) localizados en su mayoría en la costa oeste, implementaron el denominado “voto universal por correo”, modalidad que significa que todos los electores reciben de forma automática una papeleta antes de las elecciones. Los electores pueden entonces optar por votar anticipadamente por correo sin necesidad de justificación alguna o directamente ir en persona a votar al Centro de Votación el día del comicio.

Solo un puñado de estados han dicho hasta ahora que admiten el voto universal por correo. Algunos de ellos lo hacían ya antes de la pandemia.

Finalmente, existe un tercer sistema de voto por correo también sin necesidad de justificación pero donde el elector debe previamente solicitar que se le envíe la papeleta.

En resumen, conviven tres sistemas. Y lo resaltamos porque servirá para comprender el problema que es objeto de conflicto:

1) “Voto por ausencia” (con necesidad de justificación, se pide envío de la boleta);

2) “Voto universal por correo” (El estado donde se admite envía automáticamente boletas a todos los votantes y estos deciden si la usan por correo o votan en persona);

y 3) “Voto por correo a solicitud” (si el elector lo pide, el Estado le envía la boleta y puede votar por correo sin necesidad de justificación; o ir a votar en persona el día de la elección).

¿Cuál es el centro del debate de fondo? El meollo de la discusión hoy es el “efecto coronavirus”, esto es, el temor de contagio de muchos votantes (especialmente los adultos mayores) por las aglomeraciones en lugares de votación cerrados ha ejercido una inmensa presión para que se flexibilice el sistema de voto por correo y los estados los han ido implementando.

Mientras tanto, las encuestas en todo el país (y obviamente, también en los distritos más disputados) muestran una importante mayoría de electores registrados como demócratas que serían más proclives (en algunos casos hasta el 40%) a votar por correo, mientras en el bando republicano ocurre lo contrario (10/15% en algunos casos).

Mientras la decisión de los estrategas demócratas ha ido en la dirección (tomando nota de los miedos de la pandemia) de facilitar la votación de muchos electores difíciles de movilizar, la de los republicanos se ha ido orientando en sentido contrario, confiando en su histórica y fiable maquinaria electoral y en su dura base de votantes que sostienen que “un voto se cuenta como un voto cuando está en la urna”.

Los líderes republicanos, por ende, salieron en masa a criticar el voto universal por correo en ambas variantes mencionadas anteriormente, sosteniendo la validez del sistema histórico del “absentee ballot”.

De allí que el presidente Trump lanzara proclamas y advertencias contra “los riesgos de fraude del voto universal por correo” y dijera que, si se permite, Estados Unidos será “el hazmerreír de todo el mundo”.

Asimismo, el jefe de la Casa Blanca ha sostenido que “el problema con el voto por correo, en primer lugar, es que nunca vas a saber cuándo acaba la elección”, y prosiguió especulando con que el resultado de las elecciones del 3 de noviembre quizá no se conozca “en meses o años, porque esas papeletas se van a perder, desaparecerán”, aventuró.

Tales declaraciones se suman a denuncias previas de distintos líderes republicanos en orden a que el voto universal por correo llevaría a un fraude beneficioso para su rival demócrata, Biden.

La reacción demócrata ha sido también contundente, incluidas las de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y la del expresidente Barack Obama, quienes acusaron a Trump de atacar el voto por correo y al USPS en un intento de “socavar las elecciones”.

Como era previsible, la polémica incluyó también al director general del Servicio Postal, Louis De Joy (líder de dos grandes superPACS de recaudación republicanos), quien fue designado por Trump y, además, ha sostenido públicamente que el correo oficial debería privatizarse.

De Joy ha querido implementar cambios en el funcionamiento del USPS este año que han ralentizado los tiempos de entrega, retirado a los clasificadores de cartas de alta velocidad y advirtió sobre que las boletas por correo ya no serán tratadas como una prioridad y esto podría afectar gravemente las elecciones. Picardías republicanas jugando al límite.

¿Qué es el USPS? El USPS es una institución históricamente muy confiable y tiene rango constitucional. Emplea a cerca de 640.000 personas, lleva una década con pérdidas de miles de millones de dólares al año y carga con una deuda de unos 160.000 millones. Sus ingresos provienen de la venta de sellos y otros productos cuya popularidad ha ido cayendo a medida que se ha extendido el correo electrónico y el pago de facturas por internet.

A esto se le suma una ley aprobada por el Congreso en 2006 que obligó al USPS al prepago de un programa de beneficios de salud para sus empleados jubilados y que derivó en la mencionada deuda multimillonaria.

Uno de sus grandes clientes es Amazon, cuyo CEO es Jeff Bezos -a la sazón propietario de The Washington Post-, a quien Trump considera un enemigo por su carácter de permanente aportante a la causa demócrata.

En el centro del enorme dispositivo de votación por correo en ciernes y ante la crisis económica que enfrenta, el USPS reclamó auxilio financiero adicional, requiriendo parte del dinero del paquete de estímulo que el Congreso aprobó a finales de marzo para hacer frente a la pandemia.

La reacción republicana ha sido reticente al respecto al punto de que el propio Trump se involucró hace unos meses sosteniendo que “el servicio postal es una broma”, cuando anunció que no apoyaría ninguna ayuda financiera a no ser que el USPS accediera a subir las tasas de envío de paquetes un 400%, lo que se interpretó como un ataque no del todo velado a Bezos.

Más recientemente -a mediados de agosto-, el primer mandatario fue más allá realizando unas controvertidas declaraciones sobre su negativa a liberar dinero para el USPS. Sostuvo en una entrevista con la cadena Fox News: “Quieren 3.500 millones de dólares para algo que terminará por ser fraudulento. Quieren 3.500 millones para votos por correo, OK. Papeletas para voto universal por correo. Quieren 25.000 millones para el servicio postal”. Luego agregó: “Ahora necesitan ese dinero para que las oficinas de correos funcionen, para que puedan recibir todos esos millones y millones de papeletas. Si no llegamos a un acuerdo, no reciben el dinero. Eso significa que no pueden tener voto universal por correo, simplemente no pueden tenerlo”, remarcó, dejando claro que el verdadero motivo detrás de su negativa no eran los fondos sino el tratar de restringir el voto universal por correo.

La polémica terminó en el Congreso, primero con Pelosi convocando a los representantes a Washington en plena pandemia para votar una ley prohibiéndole al USPS implementar los cambios decididos por De Joy a partir del 1° de enero de 2020, luego con múltiples pedidos de renuncia y ataques al propio De Joy que lo dejaron en la cuerda floja y, finalmente, con el Senado obligándolo a comparecer para intentar aclarar las cosas y advertirle que la entidad a su cargo debía garantizar sus servicios, incluyendo su intervención en el sistema de votación.

El propio Trump bajó el tono de la pelea porque vio que había muchos votantes con posibilidades de enojarse por un tema que ya era imposible de evitar: el voto universal por correo.

Asimismo, en concordancia con la retirada del Presidente, el secretario general de la Casa Blanca, Mark Meadows, declaró a Jake Tapper de CNN que “las máquinas clasificadoras desde ahora y hasta el día de las elecciones no se desconectarán”. Picardías desactivadas, pues.

El retroceso se produjo luego de que el USPS advirtiera a casi todos los 50 estados y a la ciudad de Washington que era posible que las oficinas electorales no recibieran las boletas electorales por correo a tiempo para ser contadas.

Meadows, sin embargo, dejó entrever en el mismo programa de CNN que la Casa Blanca no cesará en sus advertencias de fraude electoral masivo, e intentó establecer una distinción falsa entre “votación en ausencia” y “votación por correo”, a pesar de los rigurosos sistemas que existen para garantizar la autenticidad de todos los votos.

Los republicanos continuarán no obstante, agitando el fantasma del fraude. En la misma entrevista, cuando Tapper le dijo a Meadows que no había evidencia de fraude en la votación por correo en elecciones generales, el entevistador respondió: “No hay evidencia de que tampoco lo haya”. Todo es munición de combate.

De todas maneras, los republicanos en todo el país están desplegando una amplia gama de tácticas para limitar fácticamente y hasta anular jurídicamente el voto por correo, tanto a nivel estadual como en condados conducidos por sus partidarios. Sobre ellas advierte extensa un artículo publicado el pasado 9 de septiembre el columnista de la prestigiosa FiveThirtyEight.com Perry Bacon Jr. Bajo el título “The latest on republican efforts to make it harder to vote” (“Lo último sobre los esfuerzos republicanos para dificultar la votación”).

No obstante, con el país en plena pandemia, se espera que el voto por correo alcance cifras récord y de ahí que haya cobrado especial relevancia en el debate político.

Finalmente, es claro que la crisis del USPS es claramente anterior al Covid-19 y al actual enfrentamiento político, que tuvo por momentos ribetes de escándalos que prometen continuar durante el escrutinio en los estados más disputados.

¿Es seguro el sistema de voto por correo? La mayoría de los expertos coinciden en que el sistema de voto por correo ha sido históricamente confiable y está protegido de posibles alteraciones o manipulaciones.

Uno de los más autorizados, Matthew Record, profesor de Ciencia Política de la Universidad Estatal de San José (California) ha declarado recientemente a BBC Mundo que “el gobierno de Trump o él mismo, durante años denunció los riesgos de fraude en el voto en persona”, agregando que eso “casi nunca pasa, es muy raro”.

“Para el voto por correo hay más margen de abuso, especialmente para los mayores, donde puede darse la situación de que alguien de la familia vote por ellos. Pero hablamos de porcentajes muy pequeños”, añadió.

“Digamos que en el voto presencial en EEUU hay un riesgo de fraude de un 0,0001% y en el voto por correo es de un 0,0002%. Sí, es el doble, pero las cifras son mínimas”.

Cómo van las cosas con el voto por correo. En el sistema electoral estadounidense el voto no es obligatorio y es necesario empadronarse previamente para hacerlo. Los votantes pueden, además, registrarse como demócratas, republicanos e independientes y participar en las elecciones primarias previas a la elección general.

De tal forma, habiéndose cerrado el empadronamiento se conoce la cantidad total de electores registrados e identificados como partidarios de unos u otros en cada estado.

Nada impide, sin embargo que en la elección general un ciudadano registrado como demócrata vote al candidato republicano o viceversa, pero eso es sumamente indiciario de la probabilidad de la dirección de su voto.

De igual modo se sabe también con certeza la cantidad de nuevos electores (aquellos que no votaron en la elección anterior) empadronados de uno otro partido en todo el país (y por ende en cada estado).

De allí que haya una batalla durísima previa a cada elección por registrar nuevos electores empadronados en cada bando, y luego por motivarlos para que efectivamente vayan a votar por sus candidatos.

Al día de hoy, dada la vigencia del sistema de voto universal por correo en casi todo el país, en aquellos estados en donde el elector debe requerir que el gobierno local le envíe su boleta para votar por correo se tiene una visión anticipada de cómo se está moviendo el electorado en cada distrito electoral.

El dato es particularmente importante en los “battlegrounds” puesto que los estrategas de cada comité de campaña reciben a diario las cifras totales de cuántos de sus partidarios están requiriendo sus papeletas para emitir su voto anticipado por correo.

Según la tendencia que muestran las encuestas, los demócratas están superando por gran margen a los republicanos en la mayoría de los esos estados con excepción de Georgia, en donde prevalecen los segundos.

El dato más relevante es que en la mayoría de tales estados hay una gran demanda de parte de electores demócratas registrados para votar por primera vez, con cómodo margen sobre sus pares republicanos, especialmente en distritos decisivos como Pennsylvania y Florida.

Nada es decisivo, es tal vez la lógica respuesta de los electores a las estrategias de los dos partidos toda vez que, como dijimos, los reublicanos priorizan movilizar a su base electoral dura a votar en persona utilizando su enorme maquinaria electoral, mientras que los demócratas apuestan a facilitar el voto “confortable y seguro” desde su casa de la mayoría de los electores con preocupación por las derivaciones de la pandemia en curso.

Como era esperable por parte de los “azules” (demócratas), su holgado margen de hace dos meses atrás se ha ido reduciendo a una distancia más apretada gracias al empuje de algunos datos económicos más alentadores (el punto realmente fuerte de Trump).

Falta menos pero falta mucho aún. Los “rojos” (republicanos) siempre luchan duro y no se rinden, y Trump tiene una base sólida realmente importante en el electorado blanco trabajador.

Los analistas observan dos cosas relevantes entre tantas importantes. La primera es que si bien los márgenes de Biden sobre Trump en los “battlegrounds” no son muy diferentes de los que tenía Hillary Clinton en 2016, y Trump se muestra en casi todos levemente mejor que en la misma elección, la diferencia entre ambos se mantiene con Biden en números más altos que los de Hillary y rozando el 50% en forma consistente. O sea, Biden y Trump tienen números más altos que en 2016 y al hallarse frente a una mayor polarización relativa, hay menos margen para obtener votos indecisos. La vía para ganar termina pues con los republicanos tratando de hacer perder votos a Biden antes que ganar votos indecisos que casi no quedan.

La segunda observación es que casi todos los caminos conducen finalmente a concentrar la victoria o la derrota en dos “swing states” que definieron la elección anterior: Florida y Pennsylvania. Si Trump obtiene los dos, muy probablemente tendrá sus 270 votos electorales para garantizarse la reelección. Si pierde uno de ellos, Biden muy probablemente sea el nuevo presidente de EEUU.

Todo está por verse pero la batalla por el correo juega hoy un papel central mayor que el que tal vez nunca tuvo en la historia.

¿Sabremos quién es el Presidente la noche del 3 de Noviembre? Difícil.

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