Mercado de los medicamentos: Un negocio “macchiavélico”

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Los argentinos gastan más de 20.000 millones de pesos por año en remedios. Un mercado con precios regulados…por cuatro actores privados. Y una denuncia de cartelización en Defensa de la Competencia.

Por Julio Villalonga *

El negocio de los medicamentos moviliza en la Argentina unos 20.000 millones de pesos por año. Si el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, estuviera preocupado por el bolsillo de los argentinos –y todo indica que lo está–, debería mirar con atención hacia adentro de esta actividad, que en todos sus segmentos aparece cartelizada por un pequeño y poderoso grupo de empresas, lo que permite que los medicamentos lleguen a los consumidores (que son pacientes, bueno es recordarlo) a precios muy por encima del promedio de lo que se paga en la región.

Cuando comienza a tirarse del hilo en este sector, un nombre y un apellido aparece y vuelve a aparecer de manera sistemática: Eduardo Macchiavello. ¿Quién es Eduardo Macchiavello? Es el CEO de Laboratorios Roemmers, nave insignia de la industria nacional (aunque no popular).

El negocio involucra a los productores (los laboratorios nacionales y extranjeros), a los distribuidores, a las droguerías y a los canales de venta.

Bajo la atenta mirada de Macchiavello, la operación de control hegemónico del mercado de medicamentos reunió a Roemmers con otros tres grandes como Gador, Elea y Bagó. Aunque, como en todos los frentes siempre hay “palomas” y “halcones”: claramente Bagó y Elea militan entre los primeros y Roemmers y Gador, entre los segundos.

Los ‘90 marcan el comienzo de la concentración del negocio en pocas manos: en el segmento de la distribución, los “cuatro grandes” crean Disprofarma (Elea y Bagó, básicamente), Rofina (Roemmers) Farmanet (Gador y Casasco) y Global (Temis Lostaló y algunas multis). Se trataba de garantizar el control de una de las ramas más rentables, la provisión de medicamentos a la seguridad social. Aunque no se quedaron en eso.

En la búsqueda de manejar los precios sin interferencias, la operación se perfeccionó. Así fue como los mismos actores avanzaron en el control de tres droguerías: Del Sud, Monroe Americana y Suizo Barracas, con lo que se garantizaron precios y condiciones testigo. Del Sud, por citar un caso, factura más de 4.200 millones de pesos por año pero tiene una rentabilidad mínima (3%), lo que la convierte en una empresa con una debilidad estructural que le impide plantarse frente a este sistema “macchiavélico”.

A partir del acuerdo de los laboratorios nacionales más poderosos, y su control de la distribución y las droguerías, se cae de maduro que las bocas de expendio (sean cadenas o farmacias individuales) se convierten en rehenes sin capacidad de negociación. Todas las condiciones para una cartelización están dadas. Y para que los remedios valgan lo que los “cartelizados” decidan. ¿Lo sabe Moreno? Parece que sí.

La propia producción de genéricos, impulsada por el ex ministro de Salud Ginés González García en 2002 y que se proponía como una solución parcial al excesivo precio de los medicamentos, terminó siendo “tragada” por esta virtual operación de pinzas de los “cuatro grandes”.

La primera exclusa del sistema, se dijo, son las droguerías, incapaces de negociar los márgenes que les imponen las distribuidoras del sistema. La segunda es el sistema de seguridad social. ¿Cómo funciona? Muy simple. Dos empresas administran el sistema de descuentos y pagos a las obras sociales, las prepagas y el PAMI: Farmalink y Preserfar. La primera ofrece sus servicios a la obra social de los jubilados, a IOMA y a las prepagas grandes como OSDE, Swiss Medical, Galeno u Omint; la segunda atiende a las obras sociales provinciales y sindicales. Este sistema le da beneficios y descuentos a Farmalink y Preserfar, las que se dan vuelta y se los ofrecen a las cadenas y farmacias, que deben caer en ellas si quieren competir. En este segmento, el de los canales de venta, los márgenes son también exigüos, lo que ha venido generando una fuerte concentración del mercado.

Una cadena como Farmacity, con 191 locales en todo el país, vino a poner en crisis a todo el sistema. Su volumen de ventas, que supera los 3.500 millones de pesos anuales, le provee una mayor capacidad de negociación. ¿Por qué debería pasar obligadamente por Droguería del Sud y dejarle 7 puntos del precio del medicamento, si puede ir directo a comprarle al laboratorio y repartir con él este porcentaje? Otras dos cadenas, Farmar (con 85 locales) y Dr. Ahorro (con 50), sufren los embates de los “cuatro grandes”.

Con el “retail” avanzando en todo el mundo, los “macchiavélicos” advirtieron que debían atrasar –si no era posible aplastar– el avance de cadenas como éstas. Por eso la guerra desatada contra las redes de farmacias: se trata de un peligro para el sistema y un pésimo ejemplo, en crecimiento.

El propio Macchiavello intentó en dos ocasiones la compra de Farmacity a su dueño, el Grupo Pegasus. Hizo lo que consideraba dos ofertas que no podían rechazar, pero ante la segunda negativa del CEO de Pegasus, Mario Quintana, le declaró la guerra. “En seis meses te voy a poner de rodillas”, dicen que le dijo Macchiavello a Quintana. Eso fue hace ya dos años.

Desde entonces, los “cuatro grandes” desataron una serie de operaciones destinadas a asfixiar a Farmacity, pero también a las otras dos cadenas, Farmar y Dr. Ahorro. Las distribuidoras no las abastecen y las droguerías, tampoco. Paralelamente, no les actualizan el crédito, les acortan los plazos de pago y les quitan los descuentos. Un laboratorio de orígen alemán sufrió una dura represalia por venderle a Farmacity de manera directa: durante tres semanas fue desabastecido. Naturalmente, no siguió con esa práctica.

En el corto plazo, los laboratorios nacionales se fortalecen y esto podría considerarse una buena noticia para el modelo que pone en práctica el secretario Moreno. A mediano y largo plazo, le quita herramientas al Gobierno, que pierde autonomía y libertad para operar en un mercado blindado ante cualquier intervención.

Un caso paradigmático de la situación que atraviesa el sector ya fue denunciado en sede administrativa. Una de las pocas franquicias de Farmacity en el país, en Mar del Plata, comenzó a padecer el “cerco” planteado en todos los niveles por los “cuatro grandes”. Llevaba varias semanas resistiendo cuando recibió una insólita “oferta” de un directivo de Gador: “Si levantás el cartel (de Farmacity), suspendemos todo”.

De un lado del campo de batalla, hay quienes se benefician con esta situación: las farmacias no quieren una competencia agresiva de las cadenas y los laboratorios no quieren que crezcan porque adquieren un mayor poder de negociación. Del otro, las prepagas y las obras sociales están expectantes porque el sistema las exprime y alguien que le haga frente es una buena noticia. Los consumidores no saben de los combates, pero se adaptaron rápido al retail en farmacias, un sistema que tiende a generalizarse. Claro, siempre que no haya un sistema “macchiavélico” que lo impida.

Habrá que cuidarse, en el futuro, de que una eventual caída del sistema actual no derive en otra cartelización, sea de Farmacity con los “grandes cuatro” al cabo de una negociación (improbable pero nunca imposible), sea de esta cadena con otras nuevas, tal como ya ocurre en Chile, donde tres redes se reparten el mercado.

Hoy la pelota está en el campo del Gobierno. El ministro de Salud, Juan Manzur, no tiene jurisdicción en el negocio de los medicamentos, y el interventor del PAMI, Luciano Di Césare, no parece decidido a intervenir. Todo conduce a Moreno, y a la secretaría de Defensa de la Competencia (SDC) donde sin duda tiene influencia, y en la que se ha radicado una denuncia por cartelización. La hizo Farmacity y ya han comenzado a circular por esas oficinas algunos de los 90 citados a exponer. Entre ellos, muchos de los accionistas y directivos de los “grandes cuatro”.

*Director de gacetamercantil.com

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