Las diferencias entre las cuatro entidades son indisimulables. La Administración Kirchner, a través de un ministro de bajo perfil como Julián Domínguez, logró sembrar cizañas entre la Federación Agraria y la Sociedad Rural. Igual, todos esperan que se vayan los K.

La Mesa de Enlace agropecuaria luce hoy como esos matrimonios con camas separadas que sólo se sostienen por el qué dirán. Sin perspectiva alguna de que las retenciones a la soja vayan a eliminarse, como aspira el ala más dura encabezada por la Sociedad Rural, el Gobierno logró meter una cuña entre ese sector y la Federación Agraria, cuyos socios obtuvieron importantes ventajas en los últimos meses.

Las grietas afloraron esta semana con la apertura de la Exposición Rural, pese a los esfuerzos de los anfitriones por evitar exhibir en público sus diferencias internas. Y seguirán abriéndose en los próximos meses.

La virtual ruptura de esa inédita alianza de las cuatro entidades del campo obedece a dos factores. Por un lado, a las concesiones del ministro de Agricultura, Julián Domínguez, a la Federación Agraria Argentina (FAA). Y por otro, a las aspiraciones políticas del líder de ese agrupamiento, Eduardo Buzzi, quien busca recuperar su perfil “progresista” para no enterrar sus chances electorales en Santa Fe, su tierra natal.

Hace menos de un año, cuando Domínguez saltó de una oscura banca de diputado provincial bonaerense al gabinete nacional, las críticas más duras que recibió apuntaron a sus nulos conocimientos sobre el sector. Sin embargo, sus mayores éxitos llegaron gracias a sus habilidades como político –que mamó de Carlos Ruckauf en sus épocas de intendente de Chacabuco– y no a sus inexistentes pergaminos como técnico.

En la Sociedad Rural (SRA) lamentan por estas horas que al ministro se le haya ocurrido conceder jugosos subsidios a los productores trigueros de Entre Ríos, seguidores fanáticos del otrora hípercombativo Alfredo De Ángeli. También que haya asistido con millones de dólares a los agricultores afectados por la sequía en el Sur bonaerense. Incluso entre las de la más antigüa de las organizaciones agropecuarias hay ganaderos y tamberos que miran con mejores ojos al Ejecutivo desde que mejoró lo que cobran por las vacas y la leche. 

Las concesiones costaron poco y nada en comparación con los 28.000 millones de pesos anuales que dejaría de recaudar el fisco si se eliminaran lisa y llanamente las retenciones. Para dimensionar la cifra: se trata de casi el triple de lo que cuesta anualmente la Asignación Universal por Hijo.

El plan que impulsa la FAA, de eliminar las retenciones para el trigo y el maíz y segmentarlas para la soja reintegrando una diferencia a los productores más chicos, costaría en cambio unos 4.000 millones de pesos. Es mucho menos pero tampoco una cifra desdeñable ya que equivale a una cuarta parte de lo que demandaría convalidar el reclamo opositor de elevar la jubilación mínima al 82% del salario mínimo, vital y móvil.

Buzzi hará malabares para no ser él quien deje a la Mesa sin una pata y la haga estrellarse contra el suelo. Pero ya no ahorra dardos contra sus socios. Y hasta se permite declarar, como invitado en el predio ferial de Palermo, que lo separa un “abismo” de las huestes de Hugo Biolcati. Algo que probablemente podría haber logrado el Gobierno hace dos años, sin derrochar el capital político que le insumió el combate contra el campo unificado.

Sin embargo, unos y otros sólo esperan el momento en que los K dejen el poder. Tanto enojo no se compadece con los números “a pesar” del Gobierno: la soja está a 370 dólares la tonelada y la cosecha va camino a rozar los 85 millones de toneladas de granos. “¿Se imagina lo que sería el negocio si los Kirchner se fueran?”, preguntó de manera retórica el dueño de una cabaña de Angus el martes, el primer día de remates en el predio de Palermo