¿Se trata de una movida defensiva o es una consecuencia natural del aumento del poder del principal sostén de la Administración K? La trama de negocios, relaciones y maniobras que están en la mira de la Justicia.
Hugo Moyano no se detiene. En las próximas horas se hará pública su ascensión a la presidencia del partido Justicialista bonaerense, algo a lo que se oponían casi públicamente varios intendentes importantes del Conurbano tanto porque Néstor Kirchner los azuzaba como por su temor a la pérdida de espacios a manos del camionero.
Sin embargo, las opiniones de los analistas están divididas. Hay quienes afirman que el titular de la CGT forzó su llegada a la máxima silla de conducción del partido en la Provincia de Buenos Aires como un modo de recostarse en la política y no quedar “a la intemperie” si el kirchnerismo pierde en las elecciones del año próximo. Desde esta visión, la movida sería defensiva. Y están los que consideran que se trata de una consecuencia lógica del aumento del poder del sindicalista, que hizo crecer a su gremio en miles de afiliados y en peleas con casi todos sus colegas, y que modeló un grupo empresario poderoso con ramificaciones en empresas de servicios (recolección de basura) y de transportes (flotas de camiones y trenes), todo a la sombra del kirchnerismo.
Si los K acumularon poder de manera exponencial en los últimos siete años, Moyano no fue ajeno a ese crecimiento y repitió el modelo en su ámbito de actuación. Incluso, la trama de intereses cruzados es bastante transparente. El ministro de Planificación, Julio de Vido, comparte asesor legal con el camionero: se trata de Daniel Llermanos, aquel famoso ex juez que asolaba a los comercios de la zona sur con sus decomisos de muzzarella trucha (y que fue esposo de Rosario Lufrano, la periodista de Canal 7 amiga de Alberto Fernández). Llermanos asesoraba también a Jaime y el tiempo dirá –quizás ya el año próximo- si el ex secretario de Transporte siguió a rajatabla sus consejos. El cerrado círculo de relaciones K se completa Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, quien mantiene una fluidísima vinculación con Moyano y con su controvertido hijo, Pablo, que controla la trama del gremio que se dedica a la recolección de basura.
Los negocios de Moyano, su familia y sus amigos están en la mira de varios juzgados. Este avezado dirigente sabe que como sindicalista no tiene fueros y que una descarnada batalla por el nuevo posicionamiento con sus “compañeros” de la conducción de la CGT puede ser la señal para que fiscales y jueces federales comiencen a desempolvar expedientes. El “salto” a la política, sin dejar ni por un instante el control de su “core Business”, el sindicato, busca ampliar su base de sustentación y “convencer” a sus potenciales enemigos de que no será gratis agarrárselas con él.
Cerca de Luis Barrionuevo señalan a la empresa Covelia como el posible “talón de Aquiles” del moyanismo. Esta recolectora de residuos opera en nueve distritos del Conurbano, a la mayoría de los cuales llegó por imposición de Pablo Moyano. Covelia recibió préstamos de bancos off shore, compró un edificio en Puerto Madero, yates y aviones, y en la AFIP ya la condenaron por facturación y diferimientos “truchos”. Claro, la condena llegó tarde y no le hizo mucha mella a las finanzas de la compañía, que ahora factura más de 300 millones de pesos por año. Cuando al dirigente gastronómico se le marca que Moyano parece cada vez más fuerte, contesta como si hubiera leído Historia: “Hasta el imperio romano se cayó un día”.