Una crónica de la Academia de Ciencias francesa

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El autor rescata aquí una vívida descripción de Florencio Varela, asistente a una sesión en París en 1844.

La variedad de los temas publicados en La Gaceta Mercantil que estamos dando a conocer en esta serie de notas semanales, nos hace reflexionar sobre el plausible afán didáctico de la heredera de su nombre en el siglo XXI pero, además, la lectura de aquella nos permite observar la función docente del periódico porteño. 

Juan Cruz Varela afirmaba que “la literatura periódica contribuye del modo más activo a formar el gusto en estas materias, insensiblemente nos acostumbramos a leer cada mañana uno o dos pliegos de papel, y esta costumbre llega muy pronto a ser una necesidad que es preciso satisfacer. Así se va adquiriendo poco a poco la afición a la literatura, y la curiosidad de profundizar las materias tratadas ligeramente en los periódicos”.

La Gaceta Mercantil recibía noticias de periódicos extranjeros y las que tenían que ver con nuestro territorio las traducía y publicaba. No fue ajeno a su interés lo que sucedía en la Academia Francesa de Ciencias y así, el 10 de enero de 1833, publicaba una “carta dirigida al presidente de la Academia de Ciencias de París, por el Barón Humboldt, en Berlín, con referencia a su amigo y compañero Bompland, y leída en la sesión del 17 de setiembre de 1832, en la cual se dan noticias de las colecciones formadas por éste en el Paraguay y Misiones”. Otra noticia publicada el 6 de enero de 1834 y en números subsiguientes, informaba sobre la sesión de la misma Academia parisina del 13 de abril de 1833, que daba cuenta de los trabajos de Alcide d’Orbigny “durante su viaje a América del Sud”, presentación realizada por los académicos Henry Marie Ducrotay de Blainville, Alexander Brongniart, y otros dos científicos que no integraban la corporación, Isidore Geffroy Saint-Hilaire, Savary y Cordier.

Esta última noticia hemos podido comprobar que la transcribieron en La Gaceta de Madrid el 25 de diciembre de 1834. Es tan interesante el valor de ambos artículos que nos permitirán en breve hacer un aporte sobre el primero a la Academia Paraguaya de la Historia.

Al comienzo nombramos a Varela y, curiosamente, el primer antecedente de la presencia de un argentino en la Academia Francesa se produjo el 26 de febrero de 1844, el de su hermano, Florencio Varela, dato que tenemos gracias al “Diario de viaje inédito” que llevara durante su periplo por Inglaterra y Francia. Según narra, ese día fue “sumamente interesante” para él. “He asistido a la sesión anual de la Academia de Ciencias, una de las cinco que componen el Instituto. La sala destinada a la reunión es de forma circular, adornada con pilares corintios, e iluminada por ocho ventanas abiertas en un dombo que se eleva en el centro. Una mitad del círculo que constituye su piso es destinada a los asientos de los académicos, colocados en gradas, y varias galerías bajas y altas son para el público. Solo se admiten personas que tienen billetes, lo que no es fácil conseguir, porque hay siempre mucha concurrencia de pretendientes, y la sala es pequeña. La adornan cuatro estatuas de mármol de Bossuet, Fenelón, Descartes y Sully. La primera me parece bellísima”.

Varela continúa con su relato de la experiencia. “Muy crecida era la concurrencia hoy de damas y caballeros, ansiosos de ver al Sr. Arago, que debía pronunciar el elogio de Bailly. He oído a ese hombre de corazón y de altísimo genio con deleite y con entusiasmo. Empezó anunciando que, aún cuando había escrito una prolija biografía de Bailly, no leería sino extractos, para no fatigar a la concurrencia, reservando su trabajo completo para la impresión. Habló primero de su muerto colega como hombre de ciencia y luego como hombre político. Pues que su discurso ha de publicarse, ningún análisis haré de él. Solo recordaré que con frecuencia el orador fue interrumpido por muy merecidos aplausos”. Y prosigue: “Al trazar un cuadro de la importancia y méritos de la astronomía, se elevó a tal sublimidad, que mostraba bien que ese estudio forma su ocupación principal y es el de toda su preferencia. Al terminar ese bello cuadro, que deseo ver impreso, estruendoso aplauso mostró la reunión que se componía de personas capaces de conocer el verdadero mérito. Al examinar la desventuradísima carrera político del Maire de París, Arago se detuvo tal vez demasiado en la justificación histórica de Bailly en la jornada de Campo de Marte que sirvió de pretexto a su muerte. Es verdad que tenía que luchar con historiadores de alta estima, y necesitaba aducir pruebas numerosas. Al trazar con colorido tan vivo como fiel el juicio torcido, la injusta sentencia y la inicua ejecución de Bailly, como también la lastimosa situación de su viuda, la nobilísima conducta que para con ella usaron el célebre La Place, y su digna consorte, silencio de tumbas reinaba en la sala, y no había un solo rostro por el que no corriesen lágrimas muy copiosas. El triunfo del Sr. Arago fue completo: he de procurar hablarle y conocerle”.

Nunca hemos visto estas noticias que damos a conocer publicadas en nuestro medio, por lo que este aporte que consideramos inédito es un nuevo eslabón de los lazos que nos han unido a la cultura francesa a través de nuestra historia.

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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