José Fioravanti, a un siglo del Premio Nacional

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Uno de los más destacados estudiosos de la obra de Fioravanti y a la vez impulsor de su legado, el coleccionista Tulio Andreussi, presentó un libro sobre la obra del genial escultor.

En 1919, cuando Hipólito Yrigoyen presidía el país, un joven artista de 24 años llamado José Fioravanti obtenía el Gran Premio Nacional. Había nacido el 4 de agosto de 1896 en Buenos Aires y no hace falta decir que era descendiente de italianos recién llegados al país con la gran masa inmigratoria, a la que él de algún modo con su arte representa.

Como lo afirmó Pierre Duile de la Rochelle, “son los Fioravanti los que definen la Argentina, y no la Argentina la que define a los Fioravanti. Cada vez que nace un hombre de valía, la significación de su país es puesta en cuestión”. Y esto parece repetirse como un sino, cuando tiene más reconocimiento la fama que el prestigio.

Cuando José dejó la escuela primaria a los 12 años dibujada admirablemente y el pintor Fernando Santilli fue quien lo formó y perfeccionó en sus estudios, como lo había hecho pocos años antes con su hermano Octavio Fioravanti, escultor y docente. En la fundición de Alejo Yolis realizó trabajos de modelado y desde 1913 frecuentó los cursos de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes.

Después del premio que de algún modo puso su nombre en lugar expectable viajó a Europa, expuso en el Museo de Arte Moderno de Madrid, que le compró un mármol, y en 1926 se presentó en París. Luego en Luxemburgo, Italia, Grecia, Inglaterra y Portugal le sirvieron de inspiración y su mirada penetrante le permitió abrir nuevos horizontes. En nuestro país eran los tiempos de Marcelo T. de Alvear, un lujo de presidente que frecuentaba los ateliers, la ópera y las manifestaciones artísticas, además de gobernar un país próspero y pujante… En la Casa Rosada quedaron dos relieves de Fioravanti en el hall. Otros tiempos y otra historia muy lejana e incomparable. Así, en 1927 realiza dos exposiciones individuales en Buenos Aires y dos años más tarde viaja a Europa, donde permanece hasta 1935. Un año antes expone tallas en piedra de grandes dimensiones en el Museo del Jeu de Paume de París, honor que sólo había merecido el francés Antoine Bourdelle.

El prestigio de su obra lo hace ocupar una cátedra en la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova” y el 1º de julio de 1936, al crearse la Academia Nacional de Bellas Artes, es elegido académico de número para ocupar el sitial 19. Ese mismo año recibió el Gran Premio del Salón Nacional.

Fue autor de numerosos monumentos, entre ellos el del presidente Roque Sáenz Peña en la Diagonal que lleva su nombre y Florida; el de Nicolás Avellaneda sobre la avenida del Libertador, en los jardines de Palermo; el del Libertador Simón Bolívar en el parque Rivadavia;  al actor Florencio Parravicini y al poeta Rubén Darío, entre otros muchos, ubicados también en la ciudad de Buenos Aires. En Rosario está emplazado el Monumento a la Bandera, que realizó en colaboración con el escultor Alfredo Bigatti y los arquitectos Alejandro Bustillo y Ángel Guido. Y en Montevideo se encuentra el monumento al general Fructuoso Rivera, que realizó conjuntamente con el arquitecto y escultor Carlos de la Cárcova. En Tres Arroyos el monumento al Inmigrante y el del automovilista Juan Gálvez en el cementerio de la Chacarita son obra suya. En 1975 realizó el busto del ex presidente Juan Domingo Perón que se encuentra en la Casa Rosada, pero una de sus obras más populares y a la vez más maltratadas son los lobos marinos ubicados en la Rambla de Mar del Plata, donde varios millones de turistas han posado para la foto y, seguramente, sin saber muchos de ellos quién fue su autor.

En 1960 fue designado por la Academia Nacional de Bellas Artes para integrar la Comisión Municipal encargada de estudiar la instalación de una Escuela de Arte Animalista en el Jardín Zoológico. Fue seleccionado nuevamente en 1964 para integrar la Comisión de estudio para la realización del monumento al Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martin”. Fue jurado por la Academia en los Premios Palanza, desde 1947; en el Premio Alberto Lagos desde 1961; en el de la Fundación María Calderón de la Barca desde 1964; en el Premio Bienal Adquisición de Tres Arroyos desde 1968 y en el Guillermo Facio Hebequer desde 1967.

En 1975 se le entregó el Premio Consagración Nacional, instituido por la Secretaria de Cultura. Fallecía dos años más tarde, el 20 de octubre de 1977.

Uno de los más destacados estudiosos de la obra de Fioravanti y a la vez impulsor de su legado es el coleccionista Tulio Andreussi, que este martes presentó un libro en la Casa de Victoria Ocampo, en Rufino de Elizalde 2831. Lamentablemente aún no se ha distribuido pero haremos el comentario apenas llegue a nuestras manos. Sin embargo no podemos dejar de elogiar esta muestra de un artista señero que con el Museo Magda Frank se exhibe de martes a domingo de 12 a 20 horas.

Una frase del artista lo retrata en su grandeza: “Creo que el arte vive y vivirá mientras al hombre le quede el alma. Un hombre con alma no puede dejar de esforzarse para dar su mensaje”. Cercanos al bicentenario de la muerte de Manuel Belgrano, ilustramos esta nota con una de las obras que se expone en la muestra, digno homenaje a un prócer de origen italiano, como él, al que Fioravanti inmortalizó en las barrancas del Paraná.

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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