Los menores de 29 años podrían batir en las urnas el récord de participación desde la elección de Barack Obama.
Si no saben dónde queda Ann Arbor, lo primero que le advertirán sus habitantes es que queda a alrededor de 20 millas de la realidad.
Rodeada de condados profundamente conservadores, la hermosa ciudad universitaria de Michigan es una isla progresista en la que abundan los locales de cocina internacional, las microcervecerías y las tiendas de marihuana, una burbuja en la que los autos llevan pegatinas de Bernie Sanders y los carteles delante de las casas apoyan casi siempre a candidatos demócratas.
Nunca como estos últimos cuatro años, con Donald Trump en la Casa Blanca, les había parecido que el mundo exterior era tan distinto a Ann Arbor ni habían sido tan conscientes de lo importancia de implicarse a fondo para provocar un cambio en el país. Buena parte de sus esperanzas están depositadas en los habitantes imprescindibles de la ciudad: los estudiantes, un colectivo que se alinea mayoritariamente con los demócratas. En el último curso había unos 46.000 matriculados en centros de la ciudad.