El Mundial ganado en Qatar 2022 elevó a Lionel Messi a la categoría de Dios del fútbol que solamente en la historia tenían Pelé y Diego Maradona y metió para siempre en el corazón de los argentinos a la Selección, la única en la historia que tuvo un apodo propio basado en el apellido de su director técnico: “La Scaloneta”.
“La Scaloneta” es ganadora. “La Scaloneta” es un ejemplo. “La Scaloneta” es una muestra de unión y sacrificio. “El que es campeón del mundo festeja como quiere”. Y así, durante cinco meses, celebramos a los héroes “albicelestes” que nos trajeron la tercera estrella desde Medio Oriente.
Cuando “la Scaloneta” bajó del olimpo al barro de los mortales, lo transformamos en algo justificado, apenas una reacción por la prepontecia europea y celebramos (y celebraremos) hasta el infinito el “andá pa’llá bobo” de Messi, nuestro capitán, al gigantón de Países Bajos que casi nos deja afuera del Mundial en menos de veinte minutos.
El bochornoso final del River-Boca del domingo, con todos los futbolistas, cuerpos técnicos y colados de ambos clubes en el césped del Monumental a las piñas, empujones e insultos, lamentablemente, también es el reflejo en el ámbito local de nuestra Selección campeona.
Cuando en la Copa América 2021 Argentina venció por penales a Colombia -la noche en la que Emiliano “Dibu” Martínez “se comió” a los pateadores colombianos- algunos futbolistas de “la Scaloneta” hicieron lo mismo que hizo anoche Palavecino con los jugadores de Boca en la cancha de River: le gritaron el triunfo en la cara a los rivales.
“Nos vemos gordito” y “Gorditona”, le gritaron los futbolistas argentinos en la cara al exBoca y hoy Racing tras la última atajada de “Dibu”. Nunca se supo si fue Lautaro Martínez, Leandro Paredes, Germán Pezzela (son los que aparecen en el video justo cuando se escucha la cargada) u otro futbolista.
En el Mundial, el “topo Gigio” de Messi al DT neerlandés Louis van Gaal o el de Nicolás Otamendi a sus colegas anaranjados también quedaron documentados. Y en la final nuestro Cristian “Cuti” Romero le gritó el tercer gol a en la cara a Kylian Mbappé. Menos mal que los compañeros del crack francés no estuvieron tan acertados en los mano a mano ni en los penales porque sino los cinco millones de personas en las calles el 20 de diciembre hubiesen estado cerca de la Torre Eiffel y no por el Obelisco…
A no hacernos los tontos. En el Superclásico fue un escándalo porque Argentina se parte en dos durante esos 90 minutos. En cambio, cuando todos tiramos para el mismo lado, gritar un gol en la cara nos parece gracioso y hasta un acto de justicia.