La bioquímica húngara Katalin Karikó (68 años) y el investigador estadounidense Drew Weissman (64) pensaron que se trataba de una broma cuando se enteraron.
La normativa, que cumple cinco años, suprimió el requisito de certificación familiar de que la persona fallecida no hubiera expresado una "última voluntad" en la que se oponía a la donación.